Escribir para orientarse, a la velocidad que impone el momento. Entre la
poética y la teórica, escribir para aportar en la con-fabulación del
mundo, para contribuir, desde dentro, a crear la plaza, a prolongar el
acontecimiento Sol. Porque sí, Sol ha sido un acontecimiento: uno de
esos hechos inesperados que redibuja el mapa y reabre el horizonte de
los posibles.
En la manifestación del 15M, rebosante de alegría por la masividad y la
frescura que se respiraba, una Unidad Móvil de Radio entrevistaba a
algunos de los presentes. “¿Cómo ves el futuro?” Pese a la energía
circulante, muchas respuestas no dejaban de destilar pesimismo: “Negro”.
El mismo lunes, cuando las noticias de la acampada en Sol empezaron a
correr como la pólvora por las redes sociales, en una lista de
distribución de intercambio de bienes y servicios, se escribía: “¿Qué
importa que unos acampen si al lado otros tantos siguen comprando en el
Corte Inglés?” Importa, porque no fue una acampada más: el gesto osado
de unos pocos se convirtió en señal de salida para muchos –fue un “ahora
o nunca”: y se desató el hambre de hacer, el hambre de decir.
En una pintada se leía: “lo imposible se vuelve imparable” –no hay mejor
descripción del acontecimiento Sol. La generosidad desplegada, las
sonrisas que lo recorren todo, los grupos de amigos, que se activan para
“ir juntos a la plaza”, los otros, que ya no son desconocidos, sino
compañeros en un movimiento común, la plaza como un imán irrefrenable…
Una tarde, el hijo de unos amigos, de apenas año y medio, empieza a
gritar “Sol, sol”: nos habíamos alejado algo de la plaza y él buscaba el
Sol que nos venía atravesando estos días. Hace diez días nadie hubiera
podido imaginar Sol sino como un centro turístico y comercial más de una
capital europea.
Sol, no como lugar geográfico, sino como acontecimiento imprevisible,
viene a resquebrajar dos de los pilares fundamentales sobre los que se
sustentaba el estado de cosas: por un lado, rompe el consenso instaurado
tras la Transición de acuerdo con el cual el actual sistema de partidos
es el mejor sistema de gobierno imaginable y cuestionarlo es abrir las
puertas al caos o a la oscuridad de la dictadura (frente al “no hay que
caer en la tentación de cuestionar el actual sistema democrático” de
Àngels Barceló, el movimiento insiste: “lo llaman democracia y no lo
es”). Por otro, rechaza la interpretación de la crisis como un accidente
metereológico frente al que sólo queda apretarse el cinturón. Contra la
gestión política de la crisis económica, la plaza grita: “no son
rescates, son chantajes” y señala responsables (gobernantes y
banqueros).
Conmocionados, aún sin creerse que efectivamente hay algo que “se
mueve”, apresurándose a desacreditarlo antes de que tenga capacidad de
impacto real, los responsables políticos lanzan a la plaza el chantaje
de las “alternativas”: “Decís no, pero no tenéis propuestas”. Lo que no
saben es que, para las generaciones del no futuro, la incertidumbre
frente a lo que ha de venir es el pan de cada día y Sol permite, cuando
menos, vivir esa incertidumbre con otros.
Parecía claro que el efecto del acontecimiento Sol y, más en general,
del movimiento 15M, no iba sino a ahondar las tendencias electorales ya
existentes: y efectivamente, la debacle del PSOE ha sido rotunda,
incluso en ciudades gobernadas por el PP, como Madrid. ¿Y ahora qué?
Las acampadas (no sólo la de Sol, sino las inauguradas en tantas
ciudades) continúan. Decía una amiga: “ya no se trata de tomar la plaza,
sino de crear la plaza”. A partir de esta intuición, lanzo una
hipótesis: la plaza sólo se crea insistiendo, profundizando, los
elementos que la hicieron posible -la crítica del poder político
(¡democracia real ya!) y de su gestión del poder económico (¡que la
crisis la paguen sus responsables!) como mínimo común múltiplo; la
cooperación de muchos como fuerza práctica que hace la plaza real y
tangible, que hace ese mínimo común múltiplo no sólo habitable, sino
gozoso, algo por lo que merece la pena apostar. Contra la
(auto)representación de los mil colectivos y luchas preexistentes, con
los riesgos de balcanización de la plaza, el acontecimiento Sol invita a
buscar el punto de conexión, el lugar desde el que podemos aportar a ese
común, a partir de lo que somos, sin duda, pero también de un compromiso
con eso que nos hace estar juntos.
Pero no sólo. Con el 15M, se confirma la fuerza de ese actor
imprevisible que podríamos llamar “pásalo”, porque se autoconvoca con
ese sencillo pasa-palabra proliferante. “Pásalo” tiene toda una
genealogía: de las movilizaciones contra la guerra, al 13M, a V de
Vivienda. Sin otra organización que las propias redes de amistad y
cooperación social, sin siglas ni programas, con lemas sencillos y
directos, reaccionando frente a un hecho externo que funciona de
aglutinante y marcador temporal e impone la urgencia de salir a la calle
(la guerra, los atentados del 13-M, las elecciones…). Desde su primera
aparición, son muchos los que han intentado “convocarlo”, haciendo
circular por internet citas varias, pero “pásalo” es un actor
desconfiado, particularmente de los grupos organizados: hijo de las
décadas de la desafiliación política, insiste en la fuerza de la
“gente”, las “personas”, el “pueblo” –sólo se interesa, por así decirlo,
por las convocatorias peer-to-peer, “de punto a punto”.
A un chico, llegado desde Bilbao a la acampada de Sol, que lleva días
fascinado con lo que estaba sucediendo, le preguntamos: “¿qué toca
ahora?”. Responde: “No hay que tener miedo a que las acampadas se
desinflen. A veces la gente militante, cuando se apasiona, se vuelca en
las cosas y las acogota, como una madre sobreprotectora con su niño. Yo
no soy militante y yo me iré de aquí y seguiré mi vida y cuando surja
otra cosa volveré a aparecer”. “Pásalo” aparece y desaparece. Cómo
aportar sin acogotar. Cómo habitar la (previsible) diástole del
movimiento sin angustiarse. Cómo aprender a (auto)convocarnos como
parte, ínfima, pero parte, de ese actor imprevisible. Preguntas que Sol
pone sobre la mesa.
Unos amigos argentinos insistían estos días: “Esto es muy interesante,
pero no es como el 2001 argentino. Allá en el 2001 lo que tomó la ciudad
fueron los más desposeídos por la crisis. Aquí no vemos eso, no vemos
señales de la crisis”. No es interesante pensar un movimiento por lo que
“le falta”, pero sí que es importante pensar cómo afecta Sol a los más
golpeados por la crisis económica: los desahuciados, los parados de
larga duración, los expulsados definitivamente a la economía informal,
los sin papeles sin posibilidad de regularizarse a falta de contrato de
trabajo y los con papeles que los perdieron por no haber cotizado lo
suficiente… aquellos territorios sociales más penetrados por la
“intervención social”, mas atravesados por la desafiliación política…
son la incógnita de la nueva fase que Sol inaugura. ¿Cómo se
(auto)convocarán?
Queda mucho camino por recorrer, pero la parálisis ha terminado. Podemos
sonreír.
Marta Malo
publicado en
http://madrilonia.org/?p=2241